sábado, 16 de mayo de 2015

Parece que va a llover

Parece que va a llover es el nombre de la tienda que tiene Sara Milan en Bourmouth. No tiene nada normal en ella, en la tienda, me refiero. Nada de lo que vende es necesario, ni útil ni siquiera hermoso. Y sin embargo la tienda se llena todas las tardes de un montón de mujeres que van y vienen con sus hijos, con sus perros o consigo mismas. La campana de la puerta repiquetea  incesante mientras Sara les da la bienvenida una por una. Enseguida se crea una especie de algarabía infantil, un bullicio menudo que va y viene con las conversaciones, saludos y sonrisas en las que se entretienen, unas con otras y  otras con unas, al tiempo que descubren las nuevas adquisiciones que ha hecho Sara. Compran todas, todas salen con un paquetito en las manos. Cosas del tipo: una bolsa de caracolas chinas, un pincel arcoíris, dos relojes sin agujas, un medidor de arena, figuritas de papel, botellas de agua de lluvia, cajas para guardar deseos, etc. El mes pasado tuvo una colección de cuadernos ya escritos. Unos eran de cuentas y problemas, otros de comentarios de texto de un adolescente con una letra ilegible, “pa matarlo” pero la mayoría eran listas de la compra. Estos últimos cuadernos  fueron los que se acabaron antes. De las cosas más raras que yo he visto y que se agotaron también a una velocidad de vértigo  fueron  las infusiones de te extraterrestre.
No se confundan, Sara es una chica normal. Come, duerme y sueña como cualquiera. Que tiene una personalidad afable? Pues si, como mucha gente. Que es una excelente persona? Pues si como una minoría de gente. Yo tampoco lo entendía y un día no lo pude soportar más y  se lo pregunté.
-         Colín, no uses ese lenguaje en mi tienda- me respondió con una sonrisa mientras cerraba la jaula- Te dejo suelto llenando todo de escamas y babas a cambio de que cierres el pico y no asustes a todo el mundo. Y no me gruñas que te acabo de poner tu pienso de dragón preferido.